Thursday, August 13, 2020

TOKYO & DUBAI 2016 March


Sabía que Tokio me iba a sorprender mucho. Para bien. Es un viaje super-recomendable para poder ver de primera mano una cultura mucho más alejada de la nuestra de lo que uno podría imaginarse, y que se debate entre fuertes contrastes: la modernidad más rabiosa y el frikismo, y una tradición llena de misticismo y espiritualidad. 

Tokio, antiguamente llamado Edo, alberga muchas curiosidades y extravagancias y, para el limitado tiempo disponible, completó unas experiencias que nos hicieron innecesario desplazarnos en tren bala hasta Kyoto u Osaka (muy caro) para poder exprimir así al máximo la ciudad más poblada de la Tierra, con 36 mill. de habitantes (solo "el centro" tiene ya 8 mill.), con una sociedad perfectamente organizada (y extremadamente dócil y ordenada), un gusto asombroso por el silencio y un desconocimiento muy sorprendente de otros idiomas, incluso en la gente joven, lo que choca con su supuesto alto nivel cultural y su, dicen, extraordinario sistema educativo.

La tranquilidad que se respira en los templos y santuarios, con la sensación de estar en otro mundo y volver al pasado, mezclada con el ajetreo, siempre comedido, la gente fashion, las luces de neón y un ambiente las 24h, la electrónica y la tecnología, que se respiraba en los barrios más de moda, con (ordenadas) avalanchas de gente, tribus, personajes frikies y pintorescos, nos situaron en un cocktail sensorial que, debo decir, me ha parecido apabullante, por lo diferente y por lo auténtico de una sociedad cuya virtud esencial parece ser la entrega plena al propio deber, la discreción, la rectitud y la autodisciplina.

Hay muchas costumbres y comportamientos que son naturales para el pueblo japonés, ya sea porque son históricamente aceptados, son impuestos por la sociedad o porque son parte de la psique japonesa.
Todo nos resultaba tan sorprendente. Un país super-desarrollado con costumbres ancestrales, gran gastronomía y donde, dentro del aparente caos, hay una paz social y espiritual que he sentido en pocos sitios del mundo.

Aprovechamos una inesperada y sorprendente oferta casi a mitad de precio con Emirates (540 eur i/v), justificada por unas fechas inamovibles (de miércoles a miércoles) y unas pésimas escalas que supimos aprovechar, dar vuelta y transformar en una excelente oportunidad de conocer mejor Dubai, a la ida y a la vuelta, donde ya habíamos parado en dos ocasiones, lo cual complementó un viaje increíble y super-satisfactorio.

Ya a la vuelta, he visto que KLM está ofreciendo i/v a Tokio por solo 499 eur. Definitivo.

VIDEOS DEL VIAJE

DUBAI:

TOKIO (con música de Pizzicato Five, japonenes. Grandes!)

Pero vamos al lío!
DUBAI (+3h. sobre España. 100 dirhams = 25 eur)

Llegamos a las 7am y nos dimos prisa en salir (con visado para 30 días), alquilamos un coche que habíamos reservado con puntos Skywards de Emirates, gratis total, para comenzar a recorrer sitios y aprovechar las 19 horas que tenía nuestra escala. Ciertamente vimos un Dubai bastante congestionado de tráfico, por todas las obras que parecen no acabar nunca.

La ciudad está patas arriba, las carreteras de circunvalación (autovía Dubai – Abu Dhabi) tienen 6-7 carriles y, aún así, el tráfico no es fluído y las distancias eran más largas de lo que habíamos estimado.
El Skyline es imponente y solo pensaba en la cantidad de pasta que hay allí metida, con esos cochazos y las calles vacías de peatones. Han puesto un metro elevado y todo es un lujo imponente, los edificios de oficinas, tan sofisticados, los apartamentos residenciales con vigilancia, y los futuristas centros comerciales, que han crecido como setas. El crecimiento está siendo brutal. Me pregunto siempre para quién está pensada tanta inversión cuando, seamos honestos, Dubai no me parece un destino para más de 2-3 días, y mejor si son aprovechando o forzando una escala a/desde Asia.



Es increíble pero conviene no olvidarse de que Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, fue tiempo atrás una pequeña ciudad de comerciantes beduinos. Podría considerarse un esperpento el ver cómo se ha materializado un crecimiento tan irracional y escandaloso: todo está basado en un capitalismo que está casi terminando por engullir sus señales básicas de identidad, con orgías arquitectónicas para atraer a turistas, enmascaradas con un indisimulado orgullo por la grandilocuencia y de haber conseguido atraer grandes empresas merced a una fiscalidad muy ventajosa. Dubai, lujo desmedido y excentricidad, es en realidad un parque temático, un delirante capricho urbanístico.

A pesar de todo, debo confesar una indudable atracción por esta ciudad tan cosmopolita, en pequeñas dosis.

Comenzamos por una visita a PALMERA JUMEIRAH, una isla artificial con forma de palmera que resulta impresionante, con el Hotel Atlantis como lugar central.




Fuimos a la MEDINA JUMEIRAH, un zoco remodelado lleno de tiendas, bares y canales, muy bonito, pero "artificial".






Luego intentamos entrar al BURJ AL ARAB, el único hotel de 7 estrellas del mundo, con 60 plantas y tan icónico, con su helipuerto y su imponente forma de embarcación de vela, construido sobre una isla artificial, teníamos que haber reservado por internet, increíble.


Nos acercamos hasta el ZOCO DEL ORO, un barrio lleno de callejuelas muy pintorescas y en el que afortunadamente uno deja de ver rascacielos y coches de lujo. Con más de 300 tiendas, y especializado en oro. Regatear es imprescindible, lo vimos con calma y compramos algunas cosas.







Por la tarde fuimos al DUBAI MALL a dejar el coche en su parking e ir yendo a la base del BURJ KHALIFA, donde habíamos reservado unas entradas por internet para visitarlo a las 18h y ver así la puesta de sol desde el lugar más alto (piso 148). Con 828m de altura, es la edificación más alta del mundo, finalizada en enero 2010 (5 años y 3 meses de construcción, con 12.000 trabajadores de 30 países).

La experiencia fue ciertamente emocionante y no niego cierto vértigo y respeto ante semejantes vistas desde una terraza descubierta. Pagamos más pasta por subir a la 148 (hasta la 124 era más barato).










Dicen que cuando hay mucho viento, la punta oscila 2 metros. Al bajar cenamos en un restaurante (Abd el Wahab) que ya conocíamos de escalas anteriores en Dubai, y más que recomendable por la vistas desde su terraza a un gran lago artificial donde está instalada la famosa FUENTE DE DUBAI, la más grande del mundo (cómo no!).


Una de las atracciones imperdibles de Dubai: una fuente de casi 300m. de longitud que dispara agua a 150 metros de altura, con casi 7.000 focos y que se mueve al ritmo de la música mientras todo el frontal del Burj Khalifa se ilumina de muchos colores y dibujos. El dibujo de la fuente iluminada, desde la planta 148, resultaba caprichoso. La ponen cada 30 min. y la expectación es máxima. Uno no se cansa de verlo.
Embobados ante semejante montaje. Y era ya la tercera vez que lo veíamos.












El DUBAI MALL, creo que el centro comercial más grande de Asia, es un edificio absolutamente impresionante, hiper-lujo, donde la gente va a comprar y a pasear, con cientos de tiendas y restaurantes, pista de patinaje sobre hielo y, cómo no, el aquarium más grande del mundo (que ya habíamos visitado).



Tomamos algo por la zona, petada de gente y nos fuimos acercando al descomunal aeropuerto de Dubai, haciendo una paradita en el Hard Rock Dubai para tomar las ultimas cervezas antes de llenar el depósito (a 0,25 eur/litro gasoil), dejar el coche en la T1 y pasar a la T3 y meternos en el ansiado vuelo a Tokio a las 3am, en el que conseguí dormir creo que las 9,30h que duró el vuelo. Dormidina, gran aliada de mis viajes.

Un apunte: me descargué al movil una app super-recomebdable: maps.me, que no es sino una especie de Google Maps pero con mapas off-line (no consume datos, solo GPS). Impresionante, como el TomTom, para andar y para carretera, con voz. Infalible, nos ha salvado el viaje, en Dubai y en Tokio.


TOKIO 
(+ 8h. sobre España. 1000 yenes = 8 eur)

Japón es hoy una de las sociedades industriales más avanzadas en el mundo, con un paro del 3,5%, altamente urbanizada y dependiente de la alta tecnología y las comunicaciones. Si bien en el pasado fue uno de los países más aislados, hoy está completamente integrado en las distintas redes internacionales. Sin embargo, al mismo tiempo rigen patrones tradicionales de comportamiento y la ética social sigue teniendo un profundo significado.

He leído que algunos sociólogos y antropólogos afirman que la peculiar localización geográfica de Japón y su situación económica como un país superpoblado y con escasos recursos naturales, han creado un fuerte sentimiento de cooperación social enraizado en los largos siglos de actividad agrícola compartida, fundamental para su supervivencia.

Entendamos algo esencial: en la ética social japonesa, hay varios conceptos fundamentales: el sentido del on (obligación contraída al recibir un favor) lleva consigo una conciencia del deber (gimu) y un sentimiento de rectitud y justicia (giri) que impulsa a la adecuada reciprocidad de favores y a respetar la propia dignidad personal. Esto, en Europa al menos, no se lleva. 

En Japón, los individuos son entidades legales de sociedad. Y esto explica muchas cosas. Un sistema de clases creado hace muchos años en el que los samurai ocupaban el rango más alto, seguidos de campesinos, artesanos y mercaderes, y se consideraba que si cada clase llevaba adelante sus deberes, todo el sistema funcionaría y la prosperidad alcanzaría a todos. El individuo sería virtuoso si cumplía sus deberes y su comportamiento era el propio de la posición social que ocupaba. La familia era el mejor modelo, ya que en ella cada generación y cada sexo ocupaba el lugar que le correspondía. El valor de la familia, el paternalismo y la lealtad se convirtieron en rasgos dominantes de la sociedad en general, en la que el emperador era considerado el padre de toda la nación.



Me resulta algo complicado describir las sensaciones que nos hemos traído. Y quizás las fotos resulten más reveladoras que la literatura. Aquello es otro mundo.
Los japoneses parecen solitarios y son, en general, silenciosos, tímidos, respetuosos y amables, con un puntito de aparente ingenuidad y con, digamos, una auto-expresión algo limitada: tan parcos. Pero siempre con ese puntito frikie, a veces histriónico, que no dejaba de sorprendernos y con pocas muestras visibles de afecto entre ellos.


El tiempo, primavera allí, ha sido muy bueno, entre 7 y 16 grados, y solo nos llovió una noche.


Está prohibido hablar por el móvil en el metro (a pesar de la tremenda adicción que se observa: ves a 9 de cada 10 con el móvil en vagones y estaciones) y fumar en ciertas calles y parques (no así en algunos restaurantes, curioso). Les encanta hacer colas y respetarlas. No hay papeleras en la calle, inaudito de verdad. Los vagabundos no piden dinero y se les considera totalmente pacífico. Hay máquinas de vending por todas las esquinas de Tokio.



Entenderse fue un problema serio en bastantes ocasiones, pero nunca insalvable. Expresiones como konnichiwa (hola), sayonara (adiós), arigato (gracias), douzo (por favor), sumimasen (disculpe,..), hai (sí), y algunas otras que llevamos en una chuleta, fueron de gran utilidad y al final resultaba muy divertido el esfuerzo y la reacción de ellos, a la vez que un reto. Unas risas.
La reverencia es una parte integral de la sociedad japonesa, ya que se usa para decir hola, adiós, pedir disculpas, expresar condolencias o simplemente responder instintivamente. Algunos japoneses se inclinan incluso mientras hablan por teléfono. Tremendo.

Los precios son, en general, solo un poco más altos que en España, excepto la ropa, muy cara. El salario medio en Japón anda por los 2.300 eur. Para dormir, descartado hacerlo en un ryokan (alojamiento tradicional japonés, con suelo de tatami y futones) por ser compleja la reserva por internet, y viendo los estratoféricos precios de los hoteles, decidimos hacerlo en un pequeño y coqueto apartamento, lo que fue todo un acierto, por su excelente ubicación en una zona muy tranquila de Harajuku, a 10 min. del metro, entre Shibuya y Shinjuku. Desayunábamos y recenábamos allí.

Genial, reservado con Agoda (http://www.agoda.com/es-es/harajyuku-complex-sky-jacuzzi-4/hotel/tokyo-jp.html?cid=1665619). Jaja, el "gran angular" de las fotos es un poco cabrón, la habitación no era tan grande como parece. Wi-fi, dos A/C, y un W.C. calefactado y con chorros, una gozada!! (yo quiero!!)

En cuanto al sistema de transporte, el más extenso del mundo, inicialmente podría parecer un absoluto caos, con trece líneas de metro operadas por dos compañías privadas independientes (Tokyo Metro y Toei) más otra pública de tren, Japan Rail (Yamanote Line), la mejor para moverse. La alta frecuencia, puntualidad y la eficiencia eran espectaculares. lo cual tiene mucho mérito. Decidimos no sacar bonos, por la complejidad (los billetes de una compañía no sirven para las otras) y pagábamos así los billetes trayecto a trayecto (solo 1,5 eur) en máquinas que por suerte tenían menú en inglés, y cogimos algunos taxis (entre 7-15 eur).
Por tanto, el temor al transporte quedó por suerte muy desinflado. Me bajé al móvil una app off-line con el metro de Tokyo y .seleccionábamos origen y destino: muy fácil. Sorprendentemente nos hemos movido muy bien, cómodos y seguros.

Los taxistas, tan serios siempre y con corbata, no saben inglés y hay que darles las direcciones escritas en japonés porque cuesta explicarles el destino (la de nuestra casa, al lado). Las puertas traseras de los taxis se abren automáticamente, pa flipar.
Usan GPS para todo y es aconsejable tener además un buen mapa encima para hacerte entender. Moverte en autobús era imposible por la complejidad de las rutas.

Y las facturas, como para revisarlas!!.

La gastronomía, tan elogiada, me ha encantado: Además del sushi (arroz cocido, con "algo"), a años luz del europeo, también probamos sashimi (pescado o marisco crudo), ramen (sopa de fideos con pollo, lomo, huevo), okonomiyaki (delicioso: cocinan en la plancha unos vegetales con carne de cerdo, unos fideos sobre una especie de crepe y los cierran con un huevo formando una tortilla: al servir le añaden salsa teriyaki, mayonesa y hojuelas de atún), yakitori (brochetas variadas, vamos), yakisoba (tallarines fritos) y la famosa tempura, delicioso rebozado de cualquier cosa.
Todo sorprendentemente económico y delicioso.



A pesar de que sorber los fideos se considera de mala educación en los países occidentales, en Japón es una expresión de aprecio por la comida: se puede sorber tan fuerte como se quiera, sollozando, despejando la garganta y degluyendo ruidosamente. Un descojono.

Muchos restaurantes tienen en la entrada maquetas exactas de plástico de lo que se sirve en el interior y el comensal puede señalar los platos para pedir, sin mediar palabra. Además, se acostumbra recibir el oshibori (toallita húmeda para limpiarse las manos antes de comenzar a comer).
Hay gente que solo tiene un pensamiento cuando planea ir a comer a un restaurante japonés: ¡los palillos!, ¿habrá cubiertos normales?. Y sí, normalmente los hay, porque no es necesario ni obligatorio saber usar palillos. Pero yo, algo torpe, usaba las manos.

En Japón se acostumbra acompañar la comida bebiendo "te verde" y no se le pone azúcar ya que este "Té" japonés tiene la característica de limpiar el paladar para así poder disfrutar mejor todos los sabores. Y es normal levantar el tazón de arroz o el de sopa para llevárselo a la boca y de esa manera evitar que la comida caiga a la mesa. No se acostumbra a dejar propinas y lo común es que al terminar la comida, los clientes no se queden conversando: de acuerdo a las circunstancias y al tipo de local (p.e. un local pequeño y con clientes esperando), lo mejor es retirarse rápidamente. 

Con casi 128 mill. habitantes, Japón curiosamente está entre los primeros países del mundo en tasa de suicidios (solo en Tokio, 3.000/año) que en este país curiosamente no conlleva un estigma social y se considera un "pasaje a otra existencia" bajo la influencia del budismo. Foto: barreras anti-suicidio en el metro. La media de edad es de 45 años y la esperanza de vida es la mayor del mundo: 85 años.






El uso de las mascarillas quirúrgicas en Japón está muy extendido y es una costumbre que a veces se malinterpreta desde Occidente. Los japoneses llevan mascarilla cuando están enfermos, pero no penséis que se trata de enfermedades súper contagiosas o muy agresivas, sino simplemente cuando tienen la gripe o un resfriado.
La razón va muy acorde al modo de ser japonés y gira en torno a la educación: es una manera de tener en cuenta la salud de los demás y de evitar que los gérmenes naveguen fácilmente por el metro, el tren o nuestro lugar de trabajo, por ejemplo y contagien a otros. En fin...

Otra cosa increíble eran los WC calefactados y con chorros, a veces también con música (para que no se oiga el ruido, jaja), y que estaban a la venta en las tiendas. Miré los precios!! (juasss, quien los pillara, eran caros y con instalación); y luego los meódromos con juegos incorporados ("apunta con fuerza y puntúa"). Total!!.



Pero vamos al lío.

Planificar este viaje me supuso empaparme de mucha información previa: no podíamos perder el tiempo. Al final, entre el móvil y una (super-útil) guía "de bolsillo" de Tokio de Lonely Planet, la cosa fue MUCHO más sencilla de lo previsto.  Eran solo 4 dias y medio en Tokio y el esfuerzo de moverse mereció la pena con creces: nos ha parecido una semana por todo lo que hemos visto y hecho. Una gozada que compensa con creces el cansancio.

Varias app gratuitas de "frases hechas" en japonés en el movil, nos han sacado de algún apuro y hemos vacilado un montón...quién es aquí el frikie??. Unas risas.

1er dia (viernes 25)

Llegamos a las 17h. Tren rápido y directo de Narita Airport al centro rabioso: SHIBUYA, el barrio más futurista y famoso de Tokio, quizás debido a su famoso "cruce" (Shibuya Crossing) por el que al día cruzan casi 2 mill. de personas en 5 pasos de peatones. Enormes pantallas de video, exhuberancia y cultura pop. Desde luego, por la TV parecía mucho más grande, curioso. Primer shock cultural. Bienvenida explosiva. Buenos pubs escondidos entre calles, para tomar una cañota o un vinito blanco chileno, argentino o japonés. Mucha gente joven, lugar de quedada, y looks a la última. Vanguardia e innovación, discutible, pero atrayente (para el viajero).






Tras un primer contacto, fuimos en taxi al apartamento (el encargado me llamó al móvil mientras íbamos en el tren para decirme dónde estaban escondidas las llaves), flipamos con la terraza y salimos con prisa y sin pausa a explorar la zona.





2º dia (sábado 26)

Aprovechando el tremendo jet-lag, a las 8,30am estábamos ya en el alucinante MERCADO DE PESCADO DE TSUKIJI, el más grande del mundo (toma ya!), y una de las visitas más especiales en Tokio, frenético, con 2.000 toneladas de pescado diario y, leímos, más de 450 especies a la venta (mayorista) y 60.000 empleados. Una pasada, lleno de callejones adoquinados, con charcos y, sorpresa, poco olor a pescado...tan fresco!. Hasta hace poco había una famosa subasta de maguro (atún rojo) a las 5am, pero ya no permiten la entrada de turistas (era con cupo limitado, con reserva previa), Fuimos a las 8,30am y entramos en 10 min. Un espectáculo visual impresionante: solo había que tratar de no estorbar a los trabajadores. Un paraíso para la fotografía.












Justo fuera hay otro mercado, para el público, también enorme y muy animado donde, cómo no, desayunamos una degustación de sushi exquisito y muy fresco. Había colas para entrar a los diminutos restaurantes (a las 10am!!) y muchas tiendas de utensilios de cocina. Probé un insecto frito, rico, con sabor a miel.







Fuimos andando hasta el parque HAMA-RIKYU ONSHI-TEIEN, uno de los mejores de Tokio, muy cuidado, con unos campos preciosos de hortensias amarillas y árboles centenarios.



Allí mismo, cogimos un "water-bus" que nos llevó por el río Sumida 45 min. hasta ASAKUSA, un paseo muy agradable pero hacía frío. Pasamos al lado de la sede de la cerveza Asahi, con un tejado dorado, muy chulo.








Un barrio con solera donde la gente parecía vivir todavía rodeada de tradición, con taxis de dos ruedas tirados por personas. Familias enteras comiendo y bebiendo en el suelo del parque sobre enormes toallas de plástico. Tras cruzar la antiquísima puerta de Kaminarimón, con una enorme linterna a 4m de altura, uno se encuentra con el templo más antiguo de Tokio: SENSO-JI, budista, del siglo VII, casi nada, con un edificio principal y una pagoda de 5 pisos. Había un quemador de incienso para purificarse. Cautivador, estábamos viendo el Japón más tradicional. Al lado, otro templo sintoísta: SANJA SAMA. Nos encantó, había mucha gente, casi todos japoneses. La famosa calle NAKASIME DORI, llena de puestecitos vendiendo kimonos y abanicos…

















Seguimos a pie hasta la nueva TOKYO SKYTREE, la torre más alta del mundo (que no el edificio). Inaugurada en 2012 como torre de telecomunicaciones, dispone de dos observatorios con grandes ventanales: a 350m (nos quedamos en ésta) y a 450m. Vistas espectaculares de la ciudad, aunque después del Burj Khalifa, no hacía ya tanta emoción. En días muy despejados se ve el Monte Fuji. No pudo ser.








Tomamos un metro y fuimos hasta AKIHABARA, el barrio de la electrónica. Muy curioso. Al salir del metro, un edificio de SEGA de 4 plantas, solo con máquinas recreativas. Dios mío, he visto cosas que jamás creeríais, como televisores 8K y muchas curiosidades y componentes y cachivaches electrónicos.
Un empacho sensorial. Todo tipo de tiendas: de todo y para todos, muy grandes y también pequeñas entre callejuelas. La calle CHUO DORI es divertida e impresionante. También había bastante duty-free (te quitan el 8% y te grapan la factura en el pasaporte). Tiendas vintage, mucho trajín y chicas disfrazadas de sirvientas y con los famosos disfraces "cossplay": un paraíso del manga (dicen que es la "cuna") y de los comics, otro de los atractivos del barrio, lleno de mercancía "anime". Todo muy colorido.
El problema de comprar cierta electrónica aquí es que su voltaje no es el europeo (110 voltios) y las instrucciones vienen en general solo en japonés. Estábamos avisados.













Otro metro y a SHINJUKU, barrio muy cosmopolita y vivo, uno de los 23 distritos del centro de Tokio. Entretenimiento y compras. Aquí está la mayor estación de metro de Tokio, de Japón y del mundo!!. Qué pasada! con tres salidas: se calcula que transitan más de 3 mill. personas/día por sus estaciones, andenes, galerías, pasillos, comercios y restaurantes. Dominando el cielo, estaban las dos enormes torres del Ayuntamiento, que no visitamos (había un mirador gratuito en su piso 45). Entramos a los famosísimos Almacenes Don Quijote (sí!), De todo. Pillamos bastante material. Un edificio de 4 plantas lleno de cosas sorprendentes y muy baratas, hasta un sex-shop, como una sección más...



Además de sus rascacielos y centros comerciales, y sus tugurios, lo bueno en Shinkuku era KABUKICHO, el barrio rojo. Jaja, la zona de los "Love Hotels" para parejas, por tiempo (2-3 horas, 50 eur), algo que en Europa no existe, y por supuesto putes (chicas y chicos). Nulo reclamo para el turista no japonés. Idioma!.

Perfectamente ordenados haciendo colas en los andenes. No dábamos crédito.











Cenamos en un mexicano subterráneo, ni papa de español ni de inglés, para variar. Todo tenía un encanto especial, parecía el siglo XXII. Había también sitios de tapas en calles más escondidas. Salas de máquinas y muchísimo karaoke (que odiamos! jaja). Bueno verlo. Impactante, todo era como un videojuego.

Terminamos la noche de nuevo en SHIBUYA para verlo más a fondo. Las enormes pantallas de televisión resultaban apabullantes. Un espectáculo increíble que se puede contemplar mejor (y gratis) desde la terraza del Starbucks, viendo cómo se evitan los peatones, tan tranquilos.
El centro comercial Shibuya 109, solo para chicas, tiene a sus dependientas como la gran atracción. Colorista y bullicioso, es un deleite para la vista. Nos cortamos con las fotos. En taxi a un pequeño restaurante justo al lado de nuestro apartamento. Tranquilidad.






3er día (domingo 27)

A 10 min. del apartamento, fuimos al PARQUE YOYOGI, el más animado de Tokio, entre estanques y grandes árboles. Pronto, vimos muchísimas familias, parejas y grupos de amigos sentados en la hierba en enormes toallas de plástico. Muy buen ambiente. Gente tocando instrumentos de viento, haciendo jogging o extraños ejercicios. A nuestro pesar, no estaban los rockabillies tokiotas bailando con su guetto-blaster. Pudimos ver los ansiados cerezos floreciendo, precioso. Aunque no a los famosos rockabillies bailando y montando el numerito...









De seguido fuimos a 10 min. a un plato fuerte: el santuario sintoísta de MEIJI JINGU, uno de los centros religiosos más grandes de Tokio, en pleno centro, construido en 1920 pero reconstruido en 1958 tras los bombardeos. Meiji fue el 1er emperador del Japón moderno. Impagable. Cultura japonesa y naturaleza. Incluso pudimos ver una boda. Heavy. Dentro de un denso y precioso bosque con más de 100.000 árboles, aquí todo es a lo grande: un oasis en Tokio.












Pero estábamos en HARAJUKU, y por tanto al lado de TAKESHITA DORI: la meca del frikismo. Una calle de 400m. absolutamente petada, llena de tiendas y en la que no pude comprarme nada. Glaps!. Dos razones: No tengo 16 años, y no soy chica. Ja!, pa'bernos matao. Impresionante. Un hormiguero de adolescentes paseando y consumiendo por un estrecha calle. Un espectáculo visual tremendo. Tiendas de "todo a 1 yen" (0,8 eur). Otra galaxia, con negocios de moda, de ropa usada, de chuches, de fotos de estrellas-pop japonesas, de merchandising imposible (Doraemon, Mario Bros., Hello Kitty,…) y de comida rápida, cafés y restaurantes. La cirugía doble de párpados es común en las chicas que desean tener ojos más grandes. Mundo manga. Algunas chicas no podían caminar con gracia usando tacones altos y terminaban caminando con sus piernas "torcidas" hacia adentro. Como siempre, muchas forman una "V" con los dedos cuando posan para las fotos, pero con la palma de su mano hacia el fotógrafo y no con el dorso de la mano. Paz vs. Victoria?.















De Takeshita leímos que era un laboratorio de tendencias, foco de la cultura adolescente más extremista. Saturada y loca.

Al lado estaba la famosa calle OMOTE-SANDO, emporio de la moda japonesa, y conocida como los "Campos Elíseos" de Tokio. Pagué una buena "dolorosa" en una tienda de ropa de Volcom, muy chula. Aprovechamos para peinar mejor HARAJUKU, dejar compras en el apartamento, tan cerca, y tomar unas cervezotas por la zona.

Metro, y a ROPPONGI, que decían era la zona más animada de Tokio (no tanto!) y donde se concentran muchos expatriados. Nos encontramos con una araña como la del Guggenheim de Bilbao.



No vimos mucho tema, hacía frío y tras un McDonalds, enfilamos de nuevo a SHIBUYA antes de ir ya al apartamento, contemplando de cerca la famosa TORRE DE TOKIO (333m.), réplica exacta de la Torre Eiffel (solo que es 13m. más alta baja y pesa un 40% más, el milagro japonés).


Vimos la estatua de Hachiko, una celebridad nacional, el perro que durante 9 años no cesó de esperar diariamente a su dueño fallecido (peli de Richard Gere). Shibuya recuerda un escenario tipo "Blade Runner" y un laberinto de calles comerciales. Dicen que es la cuna de la cultura pop japonesa.

Una cenita en callejuelas de Shibuya.


Una oferta, el bicho a 12 euros. Igual que el de la foto!!!, son tremendos. Muy fresco.



Había sido un día completo y nos aguardaba un planazo para el siguiente.

4º día (lunes 28)

PALACIO IMPERIAL. Prontito. Fue el Castillo de Edo y aún sigue con sus murallas y sus profundos fosos originales. Centro simbólico de Tokio. Reconstruido en 1.968 por los bombardeos. Muy chulo, con un enorme parque lleno de cerezos floreciendo. Es residencia del actual Emperador, Akihito. Bajo la Constitución moderna de Japón, el emperador se ha convertido en una figura ceremonial y simbólica con funciones similares a las de un jefe de estado en una monarquía constitucional.



La residencia ni se veía, los emperadores unicamente "salen" a saludar dos veces al año. Solo se podían visitar los Jardines del Este. Muy chulo. Y mucha vigilancia: policía y, digo yo, servicio secreto (de paisano y con pinganillo).















Seguimos hacia MARUNOUCHI, al lado, un distrito de negocios que iba a sorprendernos.






Empezamos por la TOKIO STATION, de ladrillos rojos, de 1.914 y patrimonio cultural.




Luego fuimos al TOKIO INTERNATIONAL FORUM, un referente en cuanto a arquitectura, en el que se celebran convenciones, exhibiciones y conciertos. 




Justo al lado, entramos en un centro comercial, KITTE, que nos impresionó por lo poco convencional: artesanía japonesa y restaurantes excelentes.


Un "roof garden" con unas vistas espectaculares de la estación.



Y no nos lo pensamos: elegimos un coqueto restaurante tradicional, descalzos y sentados en el suelo, pero con truco: las piernas estaban por debajo de la mesa. Vino blanco y parlada. Al salir, les solté a los camareros y cocineros un preparado "gochisoosama deshita" (la comida estaba deliciosa), "arigato gozaimasu" (muchas gracias), "sayonara" (adiós), en fin, de Japón de toda la vida. Flipaban. Me meaba.




Tiramos ya en metro para la famosa GINZA, el Tokio más cosmopolita y refinado, la "quinta avenida de NYC", la zona de compras más famosa de Tokio, también con algunas calles estrechas y con encanto: vinito en terracita, paseo por tiendas, compras en un mega-store tax-free, Big Camera (muy recomendable), donde pillamos bastantes cosas, y un Apple Store donde, aysss, sucumbí a un Apple Watch Sport, 100 eur más barato que en España. Genial!.









5º dia (martes 29)

Fuimos en taxi a las 9am a dejar las maletas en una oficina (del dueño del apartamento) y nos dispusimos a coronar esta escapada a Tokio con un par de platos fuertes: Ueno y Odaiba. El vuelo a Dubai, desde otro aeropuerto (Haneda) salía a las 1am, así que teníamos todo el día, genial. 

El PARQUE UENO es una pasada, lleno de gente y más de 1.000 cerezos floreciendo, con museos, templos y santuarios, chiringuitos de comida. La atmósfera molaba. Los japoneses flipan literalmente con los cerezos y los fotografían hasta hartarse. Fue el primer parque público de Tokio, con un enorme estanque. Mucha gente comiendo en el suelo. El Santuario TOSHUGO, de 1.627, resultó impactante.






























El MERCADO DE AMEYOKO, a lo largo de la estación de tren, y sede del mercado negro tras la 2ª Guerra Mundial, fue de lo mejor que vimos, con tiendas que vendían de todo, y buenos precios. El Barrio de Ueno habría sido ciertamente una opción alternativa de alojamiento, muy bien comunicada.









Tiramos hacia ODAIBA, una ciudad futurista en una isla artificial a la que se llega en un tren monorraíl elevado sin conductor, impresionante el recorrido, que ya en sí mismo merece la pena la visita. Las espectaculares vistas del skyline de Tokio, con el alargado PUENTE RAINBOW que atraviesa la BAHIA DE TOKIO y el acercarse a una réplica de la Estatua de la Libertad fueron de lujo. Paseíto por la playa (sí!) y puesta de sol preciosa comiendo en la terraza de un hindú.
















Por la tarde visitamos el barrio de SHIODOME y en una licorería compramos Sake (con cata previa) y vino blanco japonés.






Descansamos en un Starbucks (hay decenas en Tokio) y nos fuimos ya pitando a recoger las maletas a la oficina del casero del apartamento, para tirar ya en metro, y después en monorraíl, al Haneda Airport, más cercano que el aeropuerto de llegada (Narita). Último sushi y cervecita.



Un vuelo de 11h. a Dubai (con Emirates, siempre una gozada) en el que dormimos la mayor parte, y de nuevo otra escala interesante (aunque esta vez de "solo" 7,30h.), que nos permitió salir del aeropuerto y en taxi llegar en 20 min. a la playa de DUBAI MARINA, donde pudimos estar más de 4 horas, pegándonos un buen baño gracias a una brisa que rebajaba los 34 grados que hacía. Por suerte, no estaba muy despejado.
La playa no decía mucho, respaldada por rascacielos, aunque los camellos le daban un punto exótico, y nos sorprendió la cantidad de gente que había, para ser un miércoles "normal"…y es que ciertamente Dubai es muy turístico, quizás ya demasiado.
















La llegada a Madrid fue algo "accidentada": perdimos por los pelos el MAD-BIO de las 22h. con Iberia y tuvimos que alquilar un coche. Llegamos a casa a las 2,30am pero, sarna con gusto no pica, no nos alteró la sensación de haber tenido quizás el viaje "urbano" más especial y alucinante de todos los que hemos hecho y posiblemente hagamos, por lo diferente.

Por estricto orden de gusto, en viajes a ciudades, en mi opinión diría que Sidney ha sido lo máximo, seguida de NYC, Melbourne, Copenague, Hanoi, Amsterdam, Londres, La Antigua, Ho-chi-Minh, Berlin, Estambul, Estocolmo, Santiago de Cuba, Venecia, Kuala Lumpur, La Havana, Lisboa, Roma, Singapur, París (lo siento!), Lima, Bogotá, Miami, Atenas, Dubai, Caracas, ...y luego otras algo menos interesantes como Yakarta, Manila, Yangón, Doha o San José, pero la verdad es que no puedo ser más defensor de viajes "urbanos" como forma de conocer también mundo y culturas. Es una debilidad que, siempre que podemos, tratamos de compatibilizar o provocar.

Pero Tokio, tan singular, ha sido desde luego otra galaxia: rezuma más autenticidad que otros lugares, un frenesí sensorial y un paisaje urbano de ciencia-ficción mezclado con historia y tradición, por lo que no puedo dejar de recomendarlo. No tiene comparación posible, porque no se parece a nada. 
Solo nos ha faltado ver sumo en directo...y acercarnos al Monte Fuji.

Para cambiar el chip y volver a lo que quizás realmente más nos gusta, en Junio nos vamos 2 semanitas con Air France (Bio-Paris-Antanarivo) a explorar a fondo en furgo, con un guía local...en inglés, el norte de MADAGASCAR y NOSY BE: ya nos estamos relamiendo con toda la información que tenemos sobre lo que nos espera: parques nacionales, mucha fauna y naturaleza, contacto con locales y unas playas de quitar el hipo. Solo hablan francés pero, desde luego, superada con éxito la experiencia japonesa creo que todo va a ser mucho menos complicado...

Y en Navidades tenemos ya México DF, Chiapas y sur de Yucatán..

VIDEOS DEL VIAJE

VIDEO DUBAI
https://youtu.be/2gYZr188BPQ
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